2- Masacre en nombre de Dios
Pregunta :
Hola Patrick,
Estoy profundamente conmovido por las masacres en nombre
de Dios. Si has escrito algo sobre este tema estaría muy interesado en
conocerlo. Pienso que nuestra « religión » también debe reflexionar sobre
sus desviaciones posibles desapegándose de todo objeto de apego, ( ideología,
conceptos, maestro, rituales, textos ), fuente posible de división y de guerra manteniendo
solo zazen y los preceptos.
Respuesta:
Entiendo que estés
afectado, es terrible esa falta de consciencia y de sabiduría… yo lo estoy
igualmente.
No he escrito nada
referente a este tema (porque podría ser un tema…), pero puedo decirte lo que
pienso en algunas líneas.
“Dios” siempre ha
tenido y sigue teniendo mucho «aguante» para justificar las diferentes
exacciones, abusos, que se han cometido, para justificar esa violencia que nos
habita como seres humanos y que tiene su raíz en el miedo y sobre todo en el
miedo a la diferencia que causa irremediablemente la exclusión.
Qué difícil es
para los seres humanos relacionarse, atreverse a entrar en la diferencia, en el
espacio del otro y osar dejar al otro que entre en nuestro propio espacio, en nuestra
diferencia, sin perder su singularidad. Lo otro que puede ser lo vivo en
general (mineral, vegetal, animal…), pero también a una situación, un hecho.
Todos somos seres
esencialmente de amor, pero no-realizados, separados de esa fuente y por lo
tanto con la ilusión fuertemente enraizada de que estamos separados. Este
sentimiento de separación, de ruptura, genera miedo, cólera o violencia. Ese
sentimiento de separación tiene por origen la ignorancia, la ignorancia de
«nuestra» dimensión más vasta. Y así creamos toda una red de estructuras, de
sistemas a los cuales nos apegamos, con los que nos identificamos y que nos dan
seguridad o, más concretamente, dan seguridad al sistema condicionado.
Entonces, para no perder estos «apoyos» sobre los que se han construido nuestra
personalidad, nuestra manera de vivir, nuestras creencias, estamos dispuestos a
defender ese «territorio»…
Por eso, ante
todo, creo que es importante no desolidarizarse de todo lo que ocurre en el
mundo porque es un reflejo fiel de lo que nos habita, de nuestros
condicionamientos. Porque el conflicto, el sufrimiento, la exclusión, la
violencia, el miedo, etc… existen en nosotros y por lo tanto es nuestra
responsabilidad (en el sentido de que se debe dar respuesta) dirigir la mirada 180º hacia nosotros mismos para aclarar los
diferentes estados mentales que se expresan en nosotros y alrededor de
nosotros.
Darles luz para
que pierdan su potencia y que dejen de dirigir nuestra vida.
Pero es igualmente
importante ver y ser consciente de la belleza que hay en este mundo y en
nosotros mismos y que habita en cada ser.
El camino del Zen
es un hermoso camino, profundo tanto en la práctica que propone como en sus
enseñanzas, portador de valores esenciales que se dirigen al corazón del ser;
pero, sin embargo, para mí es importante no definirlo como una religión, aunque
por desgracia la institución actual tiene tendencia a querer hacer de él una
religión o incluso, quizá, una nueva iglesia. Pero el Zen no es ni una religión
ni una filosofía y ése es el sabor particular de esta vía, que no se puede
definir, nombrar, encerrar en un concepto. Como mucho, podemos considerarlo una
vía espiritual, es decir, una vía que «se ocupa del espíritu» a través de una
práctica. Ya sea mediante la meditación sedente o a través de las diferentes
acciones de la vida. Esta vía permite que se reúnan las condiciones más
favorables para que la luz silenciosa del despertar se realice, para que el ser
humano se realice igualmente en su totalidad.
Como seres «espirituales»
comprometidos con un camino de liberación, de trascendencia, debemos tener
mucho cuidado de no cristalizar las formas ni cristalizarnos en ellas. De cierta
forma, hay que jugar con ellas para no confundirlas con la esencia, con el
corazón. Solamente son formas. Es verdad que a menudo se les da mucha
importancia a los textos y pueden, a la larga, convertirse en dogmas, aunque su
sentido profundo y su razón es la de ser una inspiración que nos acompañe en el
camino. Por lo tanto, pienso que como instructores que transmitimos la Vía, es
esencial “guardar” esto siempre en la mente.
A esta Vía
espiritual del Zen, que dependiendo de las épocas, las culturas y los seres
humanos que la han practicado, se ha ido estructurando, formalizando a través
de diferentes reglas, ceremonias, etc… le vendría bien efectivamente despojarse
de ciertas cosas. No necesariamente desprenderse de todo, pero como dije más
arriba, jugar con las formas, crear rupturas y simplificarse para adaptarse a
la realidad de hoy día, momento en el que la mayoría de seres comprometidos con
esta Vía lo hacen viviendo en el mundo.
Y es importante
asumir eso plenamente, vivir esta llamada, este soplo de lo espiritual en la
vida de las convenciones humanas siendo un verdadero camino, ya que la Vía y el
despertar están más allá de toda forma, en el sentido de que son la «expresión»
de lo incondicionado. Es el canto invisible, silencioso de lo inasible.
El canto del
despertar, de la luz silenciosa, es como un pájaro que se posa libremente sobre
la rama de un árbol. Nadie lo ha llamado ni lo ha atraído. Nadie puede
atraparlo.
Por eso, a menudo,
como sabes, el escollo de la institución es adueñarse de un formato, sacarlo de
su contexto (época, cultura…) y tratar de hacerlo coincidir con la realidad de
hoy en día. Esa falta de flexibilidad, de libertad…, puede generar una
cristalización tóxica para la búsqueda y por lo tanto para el camino espiritual
de aquel o aquella que busca…
A veces las formas
son útiles y otras veces no lo son. Lo esencial es no tomarlas por lo que no
son, no confundirlas con el corazón de la Vía. Estoy de acuerdo contigo, tiene
que darse un despojamiento de ciertas cosas para que la Vía espiritual se
dirija directamente al corazón del ser y no ofrezca demasiado alimento al
estado mental de división, pero eso está ligado también a la forma de
transmitir la sabiduría de aquel o aquella que la transmite…
Me alegro de que te hayas hecho eco de los acontecimientos de París. Es algo que también a mi me conmueve, me hace sentir mal e incluso también un poco culpable. Soy occidental, y los occidentales, aunque sea inconscientemente o por dejadez, no tenemos las manos limpias del todo.
ResponderEliminarRespecto a la cuestión de las "formas" es cierto que, aquí y en otros sitios, en público o en privado, muchos practicantes expresan críticas, confusión y dudas respecto a la pertinencia o no de las mismas. Sin embargo, cosa curiosa, nadie ennumera cuales son esas "formas" que habría que superar para que el zen dejará de confundirse, como sucede a menudo en Occidente, con un formalismo japonés vacío. ¿Por qué? ¿Por miedo? ¿Por no contradecir a la "jerarquía", que precisamente se sostiene y justifica sobre esas formas? ¿Por temor a "quedarse" fuera?
Al final más allí o más aquí de la forma, en estos tiempos de "bisagra" que nos está tocando vivir, la presencia, la realización del enseñante, del isntructor, del maestro; la calidez de su corazón , de su claridad mental de sus acciones
Eliminares lo que a mí me hace ir más allá de la misma.